Ardillitas voladoras



   Sucedió una tarde, una arde de abril, bajo un sol radiante y un cielo pintado de azul y celeste. Dos ardillitas, Lila y Violeta, corrían y saltaban a través del bosque. Se escondían detrás de los plátanos, se escondían detrás de los pinos. Y mientras jugaban a la mancha helada, descubrieron, de pronto, un ramo de globos de todos los colores, enredados en un nogal gigantesco. Lila y Violeta no podían contar tantos y tantos colores. ¿Los ayudamos, chicos? Eran unos globos gordos, muy gordos, azules y verdes, rojos, muy rojos, rayado y naranjados, amarillos y blancos. Violeta, veloz como el viento, trepó al nogal y atrapó a los globos con sus manitas. 
   ¿Y saben qué sucedió? Ocurrió que los globos eran tan, pero tan grandes, que se llevaban a Violeta volando hacia las nubes. Y aunque la ardillita tirara con fuerza para abajo, los globos subían más y más hasta el cielo.
   Y los árboles se reían y las nubes y el viento y las mariposas y todo el bosque se reía a carcajadas. ¡Ja, ja, ja!, por aquí y ¡ja, ja, ja, ja!, por allá. Entonces Lila saltó y saltó hasta alcanzar la colita de Violeta. Sin embargo, la situación de azul se volvió negra porque ahora no solo Violeta se remontaba por los aires, sino también Lila la acompañaba en este viaje espacial. Las dos se divertían muchísimo, pero, tenían miedo de perderse entre las nubes.
   Todos los animales y todas las flores contemplaban asombrados a las ardillitas voladoras.
   El bosque le decía adiós con sus árboles. Mientras Violeta y Lila ascendían con el ramo de globos multicolor. ¿Y ustedes, chicos, no podrían ayudar a las traviesas ardillitas?

                                                                                                      Texto: María Graciela Kebani

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